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viernes, 1 de noviembre de 2013

SOCORRO: MI HIJO SE MASTURBA...!!!


Muchos padres se preocupan porque han visto a su hijo pequeño de tres-cuatro años masturbándose y preguntan agitados a pediatras y expertos el porqué de esa conducta: "¿Es normal que mi niño haga esto a esta edad?, ¿es malo?" Pero la respuesta en sí es más sencilla de lo que a priori puede parecer. Se trata de algo sumamente normal que tiene que ver con la evolución del niño. La sexualidad es algo que nos acompaña desde siempre, desde el nacimiento o incluso desde antes.

"El pene y la vulva de los niños tienen sensibilidad y son capaces de producir sensaciones agradables desde que somos muy pequeños. Por eso, dentro de la exploración del propio cuerpo y de lo que nos rodea (imagina a los bebés metiéndose en la boca todo lo que cogen, por la sensibilidad de esta zona), la masturbación es una consecuencia lógica", asegura a ELMUNDO.es Patricia Huelves, psicóloga y sexóloga en la Federación de Planificación Familiar Estatal (FPFE).

Al igual que en la primera infancia nos gustan los sabores dulces, disfrutamos con las caricias y los besos o con un baño caliente, explica la especialista, también podemos disfrutar de tocar nuestros genitales y de las sensaciones que produce. Y "esto no es ni malo ni bueno, es una consecuencia del desarrollo", afirma.

Pero no debemos entender esa masturbación como la entendemos en la adolescencia o en la etapa adulta, es decir, se trataría más bien de una estimulación como consecuencia de la curiosidad del niño por explorar y conocer su cuerpo. Por ello, añade Inés Hernández Isman, sexóloga y psicóloga del centro AGS-PsicólogosMadrid.com que lo correcto sería en esta edad hablar de autoestimulación, ya que "no hay un deseo erótico que lo motive". La autoestimulación infantil, mantiene, satisface la curiosidad de explorar el propio cuerpo y por tanto tiene como objetivo la autoexploración (conocerse) y también el placer. "Es fundamental no ver con ojos de adulto las conductas de los niños. No interpretar su intencionalidad más allá de la curiosidad y el placer que supone", indica la experta.

Es muy importante saber que la actitud que las personas adultas mantengan respecto a estas conductas será una de las causas que originen los significados posteriores. Por eso, es crucial que desde el inicio se haga una buena educación sexual. Eso sí, mantiene Hernández: "Los padres no tienen por qué saber todo, es normal que busquen, pregunten y pidan ayuda".

Así, el mensaje que hay que dar a los niños en este tema no debe ser en ningún caso "eso no se hace", ni quitarles la mano de los genitales con un manotazo, sino "enseñarles cuándo pueden hacerlo y cuándo no, según lo que socialmente se espera y el concepto de intimidad que cada familia tenga", comenta Huelves. Por tanto, no conviene posicionarse ante la conducta en sí misma, sino ante lo adecuado del momento y el lugar.

Los tocamientos, agrega por su parte Hernández, son comportamientos habituales cuya característica es satisfacer la curiosidad como una actitud esencial en el niño. "Sus genitales también están inervados, por lo que dicha estimulación resulta placentera, y lo que gusta tiende a repetirse. Es fundamental recordar que la respuesta a esta estimulación no tiene el mismo significado que en el adulto, ya que no hay una intención erótica detrás", insiste.

Que hacer?

Según el lugar/contexto
Enseñarles cuándo pueden hacerlo y cuándo no, según lo que socialmente se espera y el concepto de intimidad que cada familia tenga. Es decir, fuera de casa, será censurado socialmente cualquier tocamiento en público y ésa es la norma que la familia debería inculcar en el bebé: aquí no o ahora no.
 
Despejar sus dudas
 
Lo más importante es que el niño aprenda que se quiere y se puede hablar de estos temas, como se hace con otros. Los padres deben tratar el asunto con la mayor naturalidad posible y contestar a las preguntas de su hijo siempre en función de su edad y capacidades. No esperar que sean ellos los que te cuenten. No importa reconocer si algo no se sabe, pues lo más importante es la predisposición que se tenga, que el niño vea una actitud de naturalidad y confianza en ellos.
 
Perder el miedo
 
El mejor recurso para educar la sexualidad en la familia es utilizar las anécdotas del día a día. Por ejemplo, cuando vemos a una pareja besándose en el parque puede ser una oportunidad para transmitir conocimientos (siempre adecuados a su edad) y estrategias para manejarse, poco a poco, en estos ámbitos, y darles a conocer los valores de nuestra familia. Se trata de educar, no de adoctrinar. Utilizar la primera persona y argumentar con razones las creencias permite aprender que hay muchas maneras de vivir la sexualidad y todas ellas muy válidas siempre que sean coherentes con los propios valores y deseos.

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