¿Comer poco prolonga la vida? ¿Y
atiborrarse de vino y antioxidantes? ¿o vivir sin calefacción? Hoy
existen más de 300 teorías científicas que intentan explicar cómo se
produce el envejecimiento humano. Nunca como hasta ahora la ciencia
había dedicado tanto esfuerzo a luchar contra un destino ineludible. El
objetivo no es otro que hallar la fórmula mágica que nos permita en un
futuro, más o menos próximo, vivir más y hacerlo en mejor estado. Quizá
con arrugas y canas, pero manteniendo alejadas enfermedades como el cáncer, el alzhéimer o los trastornos cardiovasculares.
El primer paso para descubrirlo es identificar las auténticas señales
que marcan este proceso y un grupo de científicos españoles, en
colaboración con otros dos centros europeos, lo ha hecho por primera vez
con una mirada integradora. El resultado de este trabajo es la descripción de nueve claves en el envejecimiento de un organismo que se publican en la revista «Cell».
Se trata de una revisión exhaustiva
en la que ya no se muestran teorías sino evidencias científicas. El
estudio separa el grano de la paja y acaba con mitos como el de que los
antioxidantes puedan ser una terapia rejuvenecedora o los resultados contradictorios de la restricción calórica para alargar la vida.
También muestra el camino para poner en marcha nuevas terapias que
retrasen el envejecimiento de tejidos y órganos y señala dónde se puede
conseguir mejores resultados. En el estudio han participado Carlos
López-Otín, de la Universidad de Oviedo; María Blasco y Manuel Serrano
del CNIO; Linda Partridge, del Instituto Max Planck y Guido Kroemer de
la Universidad Descartes de París.
Estos son los mecanismos sobre los que se puede activar:
1. Daños en el ADN
Los defectos que acumulan los genes a lo largo del tiempo,
por causas internas y externas, son uno de los causantes primarios del
envejecimiento y también de la aparición de tumores, salvo en los de
carácter familiar. El envejecimiento resulta de la acumulación de daño
en el ADN a lo largo de la vida y ese proceso es también lo que origina
el cáncer, la diabetes, las enfermedades neurodegenerativas como el
alzhéimer y los problemas cardiovasculares. El cáncer y el
envejecimiento pueden compartir un origen común, son dos manifestaciones
diferentes del mismo proceso.
2. Acortamiento de los telómeros
Aquí, el tamaño importa y mucho. Cuanto más cortos sean los
capuchones que protegen los extemos de los cromosomas, más riesgo se
tiene de padecer un cáncer y de sufrir los efectos del envejecimiento.
¿Qué podemos hacer para favorecer su longitud? Las recetas son
conocidas, aunque poco practicadas, explican Blasco y Manuel Serrano:
«No fumar, no beber alcohol, tener una dieta rica y equilibrada, hacer
ejercicio moderado y mantener una vida social y emocional satisfactoria.
Todos estos hábitos de vida se han descrito como efectos correctores de
algunas de las marcas primarias, como es el acortamiento de los
telómeros».
3. El efecto del entorno en nuestro genoma
El ADN no es inmutable y sufre los efectos de nuestros
hábitos de vida y exposición al ambiente, desde los efectos en la
radiación solar y el tabaco a los daños por una mala alimentación.
También es considerada una marca primaria del envejecimiento, dentro de
la jerarquía que han establecido los investigadores.
4. Problemas para eliminar proteínas defectuosas
El término técnico es pérdida de proteostasis. Se produce
cuando el órganismo pierde la capacidad para eliminar proteínas
defectuosas. Al acumularse causan patologías, como el alzhéimer por
ejemplo. En esta enfermedad, las neuronas mueren porque se forman placas
de una proteína que debía haberse eliminado. También es una marca
«primaria» sobre las que se tendrían más efectos los tratamientos
antienvejecimiento. Pero, seguramente será obligatorio actuar de una
forma más global, esperando que intervenciones sobre una sola de las
nueve alteraciones tengan impacto positivo sobre las otras.
5. Senescencia celular
El estudio muestran respuestas del organismo que pese a ser
positivos e intentar corregir los daños en el organismo pueden volverse
en su contra. Este es el caso de la senescencia celular. Cuando las
células acumulan muchos defectos, dejan de dividirse. Este mecanismo
previene el cáncer, pero si es excesivo produce envejecimiento.
6. El difícil equilibrio de los nutrientes y los antioxidantes
Comer poco es, por el momento la única intervención que
extiende la longevidad en modelos animales. En primates los datos son
menos claros respecto a la extensión de la longevidad por restricción
calórica pero son unívocos en cuanto a una cierta protección frente al
desarrollo de enfermedades cardiovasculares y cáncer. Los estudios en
humanos están actualmente en marcha y todavía falta tiempo para que se
conozcan los resultados. La restricción calórica
funciona, pero en su justa medida. La malnutrición crónica puede tener
efectos dramáticos. En el equilibrio está la virtud. No se trata tanto
de calorías como de nutrientes más adecuados. Los efectos de la restricción también pueden ser positivos o
negativos dependiendo del bagaje genético del individuo
7. Antioxidantes, ¿un mito?
Es cierto que se ha
demostrado que los radicales libres desencadenan funciones protectoras
en nuestro organismo por lo que su anulación indiscriminada e inadecuada
mediante antioxidantes puede tener efectos colaterales desagradables.
Eso no impide que dosis adecuadas y en los momentos apropiados de
productos antioxidantes muy bien contrastados científicamente puedan
tener algún beneficio.
8. Disfunción mitocondrial e inflamación crónica
El mal funcionamiento de las baterías de las células
(disfunción mitocondrial) está relacionado con enfermedades como el
alzhéimer. Los errores en la comunicación intercelular también
desembocan en inflamación crónica, vinculado al cáncer y a las
enfermedades cardiovasculares. Hallar un tratamiento que corrija las
alteraciones metabólicas y las disfunciones mitocondriales se ve hoy
como uno de los objetivos más alcanzables en un futuro cercano.
9. Agotamiento de células madre en los tejidos
Sin células madre con capacidad regeneradora, los tejidos y
órganos humanos envejececen. De ahí el valor de las células madre y su
potencial uso en terapias reparadoras.
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