¿Qué pasa con la intimidad y los momentos sexuales de una pareja justo después de tener un bebé? A priori, puede parecer un proceso complicado, pero los expertos aseguran que si se asume la nueva situación, será mucho más fácil volver a la normalidad e incluso, reforzar esas relaciones. Lo importante es asumir que el cambio es transitorio y que puede ser incluso una oportunidad para crecer sexualmente. Es importante durante esta etapa, continúa, propiciar el apoyo, la complicidad y la comprensión, entendiendo que es "natural" que suceda así y que es necesario dedicarle un tiempo para hacer consciente este proceso o, incluso, en algunas ocasiones, buscar información o ayuda.
Las relaciones íntimas suelen retomarse al mes, al final de la cuarentena, que es cuando la mujer está ya más lubricada. Salvo excepciones, a las seis semanas se puede volver "perfectamente" a la normalidad. A no ser que haya complicaciones en el parto, hematomas o casos de infección vaginal, se pueden volver a retomar el sexo entre la pareja. Las primeras relaciones después del parto pueden ser dolorosas o molestas y las mujeres pueden necesitar a veces un lubricante vaginal para facilitarla. A veces, incluso es posible, que no se produzca la penetración en las primeras ocasiones. No obstante, no hay que descuidar el control de natalidad porque aunque la madre este amamantando al bebé se puede quedar embarazada. Por su parte, por lo general, después del parto no suele apetecer el sexo debido a los puntos que están aún por cicatrizar, al escozor, a la inflamación de la zona, a la posible aparición de hematomas y al aumento de la prolactina (hormona que interviene en la producción de leche).
Pero además de estos cambios físicos que sufre la mujer, se suman los aspectos psicológicos y emocionales que es fundamental atender. El nuevo miembro de la familia y el cambio cualitativo de la relación, explica, puede tener un valor ambivalente: une y refuerza la pareja como vínculo y proyecto común; y a la vez puede ser una amenaza, "un intruso" que desplaza los lugares habituales de la relación y que obliga a que la pareja se rencuentre como padres y que aprendan, por tanto, a relacionarse de forma distinta. En general, un embarazo supone una interrupción de la normalidad sexual y un punto de inflexión; que este sea para aportar elementos positivos o una fuente de problemas depende de cómo la pareja se enfrente a este periodo. Depende totalmente de cada pareja, de sus características y el momento que viven. En la primera etapa, es muy importante la comprensión y el apoyo mutuo. Es fundamental hablar acerca de la sexualidad, las necesidades, los deseos y dificultades. En una segunda etapa, que se puede prolongar unos meses hasta la normalización total de las relaciones sexuales, es fundamental apostar por un crecimiento conjunto y una buena comunicación, tanto en la vivencia de la paternidad como en la vida sexual.
Con todos estos cambios conviene matizar algunas pautas, a modo de recomendaciones para facilitar este proceso. Así, el experto en sexología aconseja fundamentalmente dos: estimular el deseo y apetencia sexual y aceptar un acercamiento progresivo y una normalización gradual de la sexualidad y sobre todo, "no ser exigente". Hay que buscar las condiciones que faciliten el deseo, especialmente en la mujer, por ejemplo propiciando el descanso y los momentos y espacios de intimidad afectiva y de pareja. En cuanto a la normalización, lo recomendable es ir "explorando y adaptarse a registros sexuales más adecuados y placenteros para el momento actual".
Con respecto a la parte física, además de tener una relación normalizada, los expertos recomiendan, si no se ha hecho antes, empezar después del parto con ejercicios de rehabilitación del suelo pelvico. Mejor ir, si se puede a centros que lo traten específicamente. Hoy en día existen centros de preparación al parto o unidades específicas de hospitales dedicadas al cuidado postparto de la mujer que incluye esta rehabilitación.
(condensado de El Mundo)
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