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jueves, 6 de agosto de 2009

SI TE PICA... RASCATE...




Otro misterio científico resuelto. Gracias a los trabajos de un grupo de investigadores de la Universidad de Washington (Estados Unidos), la creencia histórica de que el picor es un subcomponente del dolor ha quedado desterrada. El estudio que así lo acredita detalla la existencia de neuronas específicas del picor en la médula espinal de los roedores.

"Este hallazgo tiene implicaciones terapéuticas importantes", ha declarado Zhou-Feng Chen, autor principal del trabajo. "Hemos comprobado que existen unas neuronas concretas y determinantes para la sensación del picor pero no para la de dolor. Esto significa que esas células contienen receptores específicos del picor o moléculas de señalización que se pueden analizar o identificar como dianas para futuros tratamiento contra el picor crónico".

La aventura comenzó en 2007 cuando el equipo dirigido por Chen descubrió un gen directamente implicado en la percepción del picor. Trabajando con ratones, vieron que aquellos a los que se les había 'quitado' dicho gen, llamado GRPR, no se rascaban ante un estímulo que les provocara comezón y llegaron a la conclusión de que su presencia era imprescindible para experimentar el picor.

Pero el hallazgo del GRPR no desacreditaba la histórica creencia de que dolor y picor eran sensaciones hermanadas. Tal vez, las neuronas encargadas de la nocicepción (de los estímulos dolorosos), también cumplieran la misión de registrar la picazón. O no.

Se rascaban un 80% menos

Para comprobarlo, inyectaron a los ratones "una sustancia tóxica que se une a GRPR", explica Chen. Al exponer a los animales a estímulos dolorosos y de picor, los roedores cuyo gen GRPR había sido anulado se rascaban un 80% menos que sus compañeros de experimento. La respuesta a los dos tipos de picor existen (el dependiente de histamina y el no dependiente) estaba muy atenuada. Sin embargo, su respuesta al dolor permanecía intacta, igual que sus habilidades motoras.

Por tanto, estas neuronas con el GRPR "representan una subpoblación celular previamente desconocida [...] con especificidad frente a la sensación de picor", señalan los autores en la páginas de la revista 'Science'. El estudio apoya la idea de la existencia de una vía celular, y no sólo molecular, específica del picor.

"Se trata de un descubrimiento impactante e inesperado porque sugiere que existe una vía neuronal específica para el picor en la médula espinal", apunta Chen.


Investigadores de la Universidad Wake Forest en Winston-Salem (EEUU) han descubierto aspectos del funcionamiento cerebral que podrían explicar por qué rascarse produce alivio y por qué puede resultar difícil parar. El estudio, el primero que analiza mediante imágenes de resonancia magnética lo que sucede en el cerebro cuando nos rascamos, se acaba de publicar en la edición digital de la revista 'Journal of Investigative Dermatology'.

Según explica el dermatólogo Gil Yosipovitch, uno de los investigadores, "nuestro estudio muestra por primera vez cómo rascarse puede aliviar el picor. Es importante comprender el mecanismo de alivio para poder desarrollar terapias más eficaces. Para algunas personas, el picor es un trastorno crónico que afecta a la salud en general".

En el estudio participaron 13 voluntarios sanos (siete hombres y seis mujeres) que pasaron por pruebas de resonancia magnética funcional que muestra las áreas del cerebro activas durante diversas actividades. Los investigadores rascaban en la pierna a los participantes con un pequeño cepillo durante unos 30 segundos y se detenían durante otros 30, así durante cinco minutos.

"Para nuestra sorpresa, descubrimos que algunas áreas del cerebro asociadas con emociones y recuerdos desagradables se volvían menos activas mientras rascábamos a los participantes. Sabemos que esta acción es agradable, pero no sabemos por qué. Es posible que rascarse pueda suprimir componentes emocionales del picor y proporcionar así alivio", señala Yosipovitch.

La menor actividad cerebral se producía en la corteza cingulada anterior, un área asociada con la aversión ante experiencias sensoriales desagradables, y la corteza cingulada posterior, que está relacionada con la memoria. "La percepción de la picazón está muy influenciada por nuestras experiencias, recuerdos y expectativas", apunta el dermatólogo para tratar de explicar esta asociación.

Yosipovitch apunta a que en ocasiones sus pacientes le explican que rascarse con fuerza, hasta el punto de hacerse sangre, es lo único que alivia su picor crónico. "Ésta es la primera evidencia científica que muestra que el picor podría ser inhibido por la acción de rascarse. Por supuesto, no es algo recomendable debido a que puede dañar la piel. Pero comprender cómo funciona el proceso podría conducir a nuevos tratamientos; por ejemplo, mediante fármacos capaces de neutralizar esas zonas del cerebro".

El estudio también mostró que algunas áreas cerebrales se volvían más activas con el rascado, incluyendo el cerebelo, la corteza somatosensorial secundaria, una zona que participa en el dolor, y la corteza prefrontal, que está asociada con la conducta compulsiva. "Esto podría explicar la compulsión por seguir rascándose", apunta Yosipovitch. De hecho, añade, hasta ahora se habían obtenido imágenes cerebrales de los circuitos neuronales que están activos cuando sentimos picor, pero ésta es la primera vez que se observa qué ocurre con la 'recompensa' del rascado.

A pesar de sus observaciones, los investigadores reconocen un pequeño 'inconveniente' de su estudio. Y es que los rascados con el cepillo se produjeron en ausencia del picor. Este mismo equipo científico continúa su investigación para tratar de evaluar si estos descubrimientos podrían aplicarse también a los pacientes con picores crónicos.

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