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viernes, 7 de marzo de 2014

MUSICA PARA QUE EL CEREBRO SE RECUPERE


Su ojo sí ve, pero su cerebro no es consciente de la información visual. El 60% de los pacientes que sufren un infarto cerebral en su hemisferio derecho (concretamente en el lóbulo parietal) son virtualmente ciegos a todo lo que ocurre a su izquierda. Una investigación publicada esta semana en la revista 'Proceedings of the National Academy of Sciences' apunta a que escuchar su música preferida podría aliviar esta sensación.

Ese síndrome, denominado negligencia espacial, hace que estos pacientes no sean conscientes a toda la información que ven por la izquierda, el lado contrario al de su lesión. "Es algo que merma mucho su calidad de vida", explica desde Londres David Soto, investigador del Imperial College británico. "En caso extremos, sólo comen la mitad derecha del plato, o sólo se afeitan el lado derecho. Tienen dificultades para agarrar los objetos de ese lado, o se balancean y pierden el equilibrio".
La culpa no la tiene su ojo ("está intacto"), sino su cerebro, afectado por un ictus en el lóbulo parietal, algo así como "un centro de la conciencia". El experimento se llevó a cabo en colaboración con María Jesús Funes, de la Universidad de Granada, y otros investigadores de la Universidad de Birmingham (Reino Unido). Y aunque sólo contó con tres pacientes, sus resultados son tan novedosos y espectaculares, que indican que la música podría ser un fiel aliado en la recuperación de los pacientes.

Los tres voluntarios, con una media de edad de unos 60 años, tuvieron que realizar sencillas tareas en distintas circunstancias: escuchando su música favorita, en silencio o con una música que no les gustaba. M.P. se decantó por el country de Kenny Rogers, el mismo estilo musical elegido por otro paciente, R.H., que optó por la banda The Burrito Brothers Band. Finalmente, A. S. eligió a Frank Sinatra.

Los ejercicios consistían en elegir los objetos a la vista por su forma y color (el cuadrado azul), pulsar un botón al ver una mancha roja en la pantalla (que podía aparecer tanto por la derecha como por la izquierda), o buscar las estrellas pequeñas dibujadas en una hoja de papel junto a letras y otros elementos distractores.

Según explica el investigador español, las mejorías en la visión experimentadas por los tres (sobre todo por M. P.), no se deben a que la música les haga estar más atentos, sino "a que produce una reacción emocional positiva en los pacientes". O como explica desde la Universidad de Granada María Jesús Funes, otra de las firmantes: "Es como si la emoción fuese capaz de modular esas áreas visuales y, en consecuencia, las comportamentales".

Al margen de medir mediante escalas y tests el bienestar psicológico de los participantes provocado por sus melodías favoritas; el estudio incluyó un segundo experimento en el que fueron evaluados mediante pruebas de neuroimagen. En este caso, como explica David Soto, también se pudo confirmar que escuchar música placentera activaba regiones cerebrales implicadas en las respuestas emocionales positivas, como la amígdala o la corteza orbito-frontal izquierda. "La activación de estas regiones emocionales estaba relacionada con la reactivación de otras zonas alrededor del infarto", añade el investigador.

"Vimos que la música también reactivaba regiones en el lado derecho del lóbulo parietal; partes del cerebro que rodean a la zona donde se produjo el infarto pero que siguen intactas", explica. Es decir, como si las notas musicales fuesen capaces de activar conexiones perdidas alrededor de la zona dañada por el ictus.

A pesar de las evidencias que hay en otras ramas sobre los beneficios de la música (para recuperar la función respiratoria y cardiovascular, reducir el estrés y la ansiedad e incluso como 'analgésico' natural contra el dolor), los estudios sobre su papel en la rehabilitación de trastornos neurológicos es escasa. En 2008, un trabajo de investigadores finlandeses publicado en la revista ‘Brain’, demostró su capacidad para acelerar la recuperación cognitiva en las primeras semanas después del ictus.
Como decían en aquella ocasión los investigadores, es en esos primeros meses tras el accidente isquémico en los que el cerebro goza de una enorme plasticidad que se debería aprovechar para su recuperación.

Aunque en aquella ocasión los 60 pacientes del ensayo tenían una afectación más difusa, menos concreta que la negligencia visual (afectación motora, lenguaje, concentración y memoria), el trabajo también demostró que una o dos horas de su música favorita al día les hacía estar más atentos, menos deprimidos y confusos y con mejores puntuaciones en las escalas de memoria verbal.
Aunque los nuevos resultados son preliminares, y sus nuevos trabajos tendrán que ratificarlos con grupos más amplios de pacientes; Soto recomienda a las familias utilizar la música en casa para ayudar a los pacientes con ictus. Aunque eso sí, añade, "tiene que ser su música preferida".

De hecho, una encuesta europea realizada en 2005 señalaba que los pacientes con ictus pasaban más del 72% del día inactivos, en sus habitaciones y sin ningún tipo de interacción. La música, como señalaba el estudio finlandés, podría ser un buen elemento para llenar todo ese tiempo libre.
Lo sabe bien el doctor Francisco Ruza, jefe de la UCI pediátrica del Hospital La Paz de Madrid, donde la música forma parte de su unidad desde hace seis años. "Desarrollamos una serie de trabajos que fueron tomando forma", explica a elmundo.es, "hasta que nos decidimos a medir de forma rigurosa y científica si a los niños les funcionaba".

Fruto de esa experiencia es la tesis que está elaborando la musicoterapeuta María Jesús del Olmo y cuyos resultados han demostrado que la música mejora el confort de los bebés de cero a seis meses que permanecen ingresados en esa unidad de cuidados intensivos. "Hemos comprobado que mejora su frecuencia cardiaca y respiratoria, la saturación de oxígeno en la sangre...", se felicita el doctor, "son parámetros objetivos y estadísticamente significativos; medidos con mucho rigor científico".

Sobre esa idea de la UCI, la intención es ampliar el uso de la música a las unidades de hemodiálisis, a los niños trasplantados, con cáncer... y también a algunos servicios de adultos, como ocurre ya en el caso de los cuidadores de pacientes con Alzheimer o las mujeres con cáncer de mama.

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