Muchisima gente me pregunta... puedo tomar bebidas alcoholicas si estoy tomando medicamentos? Aqui va una guia para que todos tengan a mano algo para evitar caer en problemas posteriores.
Antibióticos, antituberculosos, analgésicos, depresores del sistema nervioso central, inhibidores de la monoaminooxidasa, antihistamínicos, hipoglucemiantes orales, son grupos farmacológicos que pueden interaccionar con el alcohol. El alcohol interactúa con una importante cantidad de medicamentos.
En función de cómo sea la ingesta, así será su efecto. Beber esporádicamente alcohol inhibe el metabolismo hepático de algunos fármacos, es decir, cambia el modo en que el hígado procesa y elimina esos medicamentos. Al disminuir su metabolismo, aumenta su actividad. En cambio, la ingesta regular de elevadas cantidades de alcohol aumenta el metabolismo de los medicamentos y reduce su efectividad.
Por ejemplo, la interacción del alcohol con algunos antiepilépticos puede tener importantes consecuencias, en ocasiones disminuye su eficacia y genera un mal control de la enfermedad. Pero no hay que olvidar que, por sí mismo, el etilismo agudo puede precipitar una crisis convulsiva en cualquier persona.
Los pacientes que consumen anticoagulantes orales deben evitar la bebida. El metabolismo de acenocumarol [más conocido como Sintrom] o de warfarina, dos ejemplos de anticoagulantes, puede disminuir y por tanto aumentar su efecto lo que puede derivar en la aparición de hemorragias. Sin embargo, la ingesta crónica de alcohol favorecería la ineficacia de estos tratamientos.
Tomar alcohol disminuye el efecto de los antibioticos. Cuando se toma esporádicamente, el alcohol aumenta el metabolismo hepático de estos fármacos y disminuye su concentración en sangre, por lo que su presencia en el lugar donde debe de hacer efecto es menor y también lo es su eficacia. Esta falta o disminución de efecto se puede dar en macrólidos y quinolonas, que se usan para tratar infecciones de garganta, urinarias o respiratorias.
Por otro lado, con algunas cefalosporinas, antibióticos pertenecientes al grupo de beta-lactámicos, la ingesta de alcohol precipita la aparición de una serie de síntomas. Se conoce como efecto antabús o efecto tipo disulfirán y se trata de manifestaciones clínicas que pueden ser leves o graves, y que van desde rubor facial (cara colorada), náuseas, vómitos, ansiedad, hasta incluso taquicardia, hipotensión, insuficiencia respiratoria o encefalopatía.
El efecto antabús puede aparecer también con el uso de metronizadol (antibiótico anaerobicida y antiprotozoario), muy utilizado en las infecciones bucodentales o en óvulos vaginales para tratar ciertas infecciones.
El metabolismo de la isoniacida (tuberculostático) aumenta con la ingesta crónica de alcohol, disminuyendo su eficacia.
Tanto los antiinflamatorios no esteroideos (por ejemplo, el ácido acetilsalicílico, ibuprofeno...) como los esteroideos (prednisona, etc.) sumados al alcohol son gastrolesivos, es decir, producen pequeñas lesiones en la mucosa gástrica que provocan epigastralgia (dolor de estómago), pirosis (sensación de quemazón a nivel retroesternal causada por el reflujo del contenido gástrico hacia el esófago) e incluso, en casos de ingestión crónica (de los antiinflamatorios), la aparición de úlceras y hemorragias digestivas (principal complicación de la úlcera gástrica o duodenal).
El principal problema se centra en el paracetamol. El alcohol aumenta la actividad enzimática del hígado y, en el caso del paracetamol, este incremento de su metabolismo se traduce en la aparición de un metabolito (una sustancia producto de la transformación que sufre el fármaco en el hígado). Curiosamente, este metabolito es un importante tóxico para el propio hígado.
El consumo de paracetamol debe realizarse de forma cuidadosa en todas las ocasiones, se recomienda no superar la ingesta de 4 g de paracetamol al día. Sin embargo, el consumo de alcohol puede provocar que la cantidad diaria de paracetamol necesaria para producir un problema de toxicidad hepática, resulte menor.
Como todos sabemos, el alcohol disminuye la actividad cerebral, lo que se traduce en una pérdida de reflejos, problemas en el habla, descoordinación de movimientos e incluso pérdida de la conciencia y coma. El alcohol potencia los efectos de todos aquellos fármacos que actúan a nivel cerebral, sobre todo de los que disminuyen la actividad neuronal, los que conocemos como sustancias depresoras del sistema nervioso central: benzodiacepinas (diazepam, bromazepam,...), barbitúricos (pentobarbital, tiopental, ...), analgésicos opiáceos (codeína, buprenorfina, morfina,...).
Salvo los fármacos que pueden generar un efecto antabús o disulfirán, mencionados más arriba, una copa no producirá problemas mayores. Lo importante es el consumo regular. Pero claro, ¿qué es esporádico y qué habitual? ¿Cuánto es mucho y cuánto es poco? Más que por número de copas, habría que tener presente la graduación de alcohol. Con una copa de vino, de unos 100 cc, o un vaso de cerveza, de 200 a 300 cc, no habrá grandes inconvenientes. Y si la copa de un destilado es pequeña, de 50 a 100cc, tampoco. Pero ojo, hay que tener presente todo lo dicho.
Para la resaca, existen comprimidos que no se venden en farmacias, y son los comprimidos de sentido común: beber alcohol con moderación. Sólo existen protocolos para problemas con el alcohol serios, que consisten básicamente en la administración de glucosa y vitaminas, pero no hay nada para evitar sentirse mal al día siguiente. Ni beber grandes cantidades de agua ni tomar café, ni otros remedios que se pueden encontrar por internet sirven. Hasta que no se vayan eliminando los componentes tóxicos que ha generado el metabolismo del alcohol, no hay nada que hacer para acelerar la recuperación.
Es cierto que, de tomar algún analgésico, se debe evitar el paracetamol, por lo comentado anteriormente, y elegir otro cualquiera. No obstante, estas recomendaciones son más aplicables cuando la ingesta de alcohol y el consumo de medicamentos se hacen de forma recurrente.
"Después de" la intoxicación etílica el hígado ha quedado agotado en su esfuerzo detoxificador etílico. Sin embargo, salvo aquellos fármacos que depriman el sistema nervioso central o los que muestran potencial gastrolesivo, no habría contraindicación formal para ninguno.
No obstante, dependerá de muchos factores y del grado de etilismo alcanzado. Por ejemplo, la ingestión aguda de alcohol incrementa la hipoglucemia (disminución de los niveles de glucosa en sangre) que provoca la ingesta de los fármacos utilizados para el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 2. Esta interacción puede ser particularmente importante y poner en peligro la vida del paciente.
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