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miércoles, 25 de abril de 2012

FISIOPATOLOGIA DE LA SANGRE: ALTERACIONES DE LA SERIE PLAQUETARIA

Material de Apoyo de la Clase de la Materia Fisiopatologia desarrollada el Miercoles 25 de abril de 2012. Uninorte. Asuncion. Permitida su reproduccion con fines de estudio y guia.


1. HEMOSTASIA

La hemostasia, interrupción de la hemorragia de un vaso sanguíneo lesionado, requiere la actividad combinada de factores vasculares, plaquetarios y plasmáticos, contrarrestada por mecanismos reguladores que limitan la acumulación de plaquetas y fibrina en el área de la lesión. Las anomalías de la hemostasia pueden desencadenar hemorragias excesivas o trombosis.
 
Factores vasculares. Los factores vasculares reducen el flujo sanguíneo ocasionado por los traumatismos mediante vasoconstricción local (una reacción inmediata a la lesión) y compresión de los vasos lesionados por la sangre extravasada en los tejidos circundantes.
 
Factores plaquetarios. Las plaquetas se adhieren al área lesionada de la pared vascular y forman agregados, denominados tapones hemostáticos, que constituyen un elemento clave del cierre hemostático. Las plaquetas también liberan factores que aumentan la vasoconstricción (p. ej., serotonina, tromboxano A2), inician la reparación de la pared vascular (factor de crecimiento derivado de las plaquetas) y proporcionan sitios en la superficie de la membrana y componentes para la formación de complejos enzima-cofactor en las reacciones de coagulación de la sangre.
 
Las plaquetas circulantes no se adhieren al endotelio normal ni entre sí hasta que se rompe el revestimiento endotelial de un vaso y queda expuesta una superficie subendotelial. La adhesión plaquetaria requiere la secreción por parte de las células endoteliales de una proteína denominada factor von Willebrand (FVW), que se encuentra tanto en la pared vascular como en el plasma; durante la adhesión, el FVW se une a un receptor glucoproteico presente en la superficie de la membrana plaquetaria (glucoproteína Ib).
A continuación, el colágeno y la primera trombina que se forma en el área lesionada producen una activación de las plaquetas. Estas reacciones activan la fosfolipasa C, una enzima que hidroliza los fosfolípidos de inositol. Los productos de esta reacción activan la proteincinasa C e incrementan la concentración de Ca en el citosol plaquetario, lo que provoca una serie de acontecimientos superpuestos:
 

1. Las plaquetas cambian de forma y desarrollan largos seudópodos.

2. Se forma un receptor sobre la membrana de la superficie plaquetaria a partir de las glucoproteínas IIb y IIIa. El fibrinógeno y otras proteínas adhesivas se unen a este receptor causando la agregación de las plaquetas.

3. El ácido araquidónico liberado desde los fosfolípidos de membrana se oxida hasta formar prostaglandina H2, un importante cofactor para la activación de las plaquetas inducida por el colágeno, y tromboxano A2, el cual también puede activar las plaquetas.

4. Las plaquetas secretan adenosina difosfato, que también puede producir activación de las plaquetas adherentes y reclutar nuevas plaquetas para el tapón hemostático en formación.

5. En la superficie plaquetaria, la membrana se reorganiza hasta exponer los fosfolípidos necesarios antes de que puedan llegar a formarse los complejos enzima-cofactor de la coagulación. La secreción del factor V plaquetario por los gránulos alfa de las plaquetas proporciona otro componente clave para uno de los complejos enzima-cofactor. En consecuencia, se genera un aumento de trombina, que provoca la coagulación del fibrinógeno y se forman bandas de fibrina que irradian a partir de los agregados plaquetarios y contribuyen a fijar el tapón hemostático.

6. En el interior de las plaquetas se activa un mecanismo que produce la contracción de la actomiosina plaquetaria. De esta manera se comprime y consolida el tapón hemostático, fijándose aún más al área lesionada.

Factores plasmáticos. Las reacciones de coagulación sanguínea constituyen el segundo elemento clave del cierre hemostático: el coágulo de fibrina. Éste, irradiando desde el tapón hemostático y anclándolo a la vez, añade el volumen preciso para el cierre.
 
La coagulación tiene lugar en diferentes etapas: 

1) secuencias de reacciones en, al menos, dos vías (intrínseca y extrínseca), activan las proenzimas proteasas del suero y forman un activador de la protrombina, que es un complejo (constituido por una enzima, el factor Xa y dos cofactores, el factor Va y el fosfolípido procoagulante) presente en la superficie de las plaquetas activadas o de las células de los tejidos. 

2) El activador de la protrombina escinde ésta en dos fragmentos, uno de los cuales es la enzima trombina. 

3) La trombina, al escindir pequeños péptidos de las cadenas a y b (fibrinopéptido A y B) del fibrinógeno, origina una molécula alterada (monómero de fibrina) que se polimeriza formando fibrina insoluble (polímero de fibrina). La trombina también activa el factor XIII, una enzima que cataliza la formación de enlaces covalentes entre las moléculas de fibrina, entrecruzándolas hasta que aparece un coágulo resistente a la disolución.

La presencia de iones Ca es necesaria en la mayoría de las reacciones que conducen a la producción de trombina; por este motivo, los agentes quelantes del Ca (p. ej., citrato o ácido edético) se emplean in vitro como anticoagulantes. Diversas proenzimas proteasas del suero contienen residuos de ácido g-carboxiglutámico, el cual posee dos grupos carboxilo unidos al carbono g del ácido glutámico. El grupo carboxilo adicional origina sitios de fijación para el Ca. Estas proteínas que contienen residuos de ácido g-carboxiglutámico se denominan factores de la coagulación dependientes de la vitamina K, porque se requiere ésta para unir el grupo carboxilo adicional al ácido glutámico. Cuando se sintetizan en ausencia de dicha vitamina, estas proteínas no pueden fijar el Ca ni actuar en el proceso de coagulación sanguínea con normalidad.

Las reacciones que conducen a la generación del complejo activador de la protrombina pueden iniciarse in vitro mediante la exposición del plasma a una superficie de carga negativa (p. ej., cristal o determinados polvos de tierra de diatomáceas) o la adición de factor tisular (una lipoproteína de origen hístico) al plasma. En el primer caso, el factor XII, el cininógeno de alto peso molecular, la precalicreína y el factor XI reaccionan con una superficie de carga negativa (reacciones de activación por contacto) y originan el factor XIa, que a continuación activa el factor IX. Seguidamente se forma un activador del factor X como un complejo del factor IXa y dos cofactores, el factor VIIIa y el fosfolípido procoagulante, que se encuentra sobre la superficie de las plaquetas activadas o de las células de los tejidos.

Las personas con una deficiencia hereditaria de factor XII, cininógeno de alto peso molecular o precalicreína no sangran de forma anómala, mientras que aquellas con déficit hereditario de factor XI presentan una leve tendencia a las hemorragias. Por esta razón, debe de existir in vivo un mecanismo aún no identificado de activación del factor XI que evite el paso por el factor XII, la precalicreína y el cininógeno de alto peso molecular. Los pacientes que carecen de factor VIII (hemofilia A) o factor IX (hemofilia B) sangran intensamente (v. Hemofilia, más adelante); en consecuencia, la formación del activador del factor X por el complejo fosfolipídico factor VIIIa/IXa es esencial para la existencia de una hemostasia normal.

Los traumatismos que lesionan o seccionan vasos sanguíneos pequeños hacen que la sangre entre en contacto con el factor tisular que se encuentra sobre las membranas de células localizadas en el interior y alrededor de las paredes vasculares. Presumiblemente, la formación de los complejos factor VII/factor tisular es rápida y tiene dos consecuencias: 1) la fijación al factor tisular posibilita que una mínima concentración del factor Xa convierta de forma rápida y preferente el factor VII fijado al cimógeno en factor VIIa. 2) El factor tisular actúa como cofactor del factor VIIa, lo cual permite que el complejo factor VIIa/factor tisular active de manera eficaz sus sustratos fisiológicos, los factores IX y X.

Dado que la función del factor IXa en la coagulación consiste en activar el factor X, la exposición del plasma al factor tisular activa directamente el factor X por los complejos factor VIIa/factor tisular e indirectamente los complejos factor IXa/factor VIIa/fosfolípido. Para que exista una hemostasia normal se requieren ambas vías de activación del factor X, probablemente debido a que la actividad catalítica del factor VIIa/factor tisular se inhibe, a medida que avanza el proceso de la coagulación, por un mecanismo que depende del factor Xa. En consecuencia, el factor Xa desempeña un papel regulador dual en la coagulación dependiente del factor tisular. Las moléculas inician las reacciones al convertir el factor VII fijado al factor tisular en factor VIIa. No obstante, a medida que se forma una mayor cantidad de factor Xa, las moléculas de éste comienzan a unirse a un inhibidor de la proteasa plasmática denominado inhibidor de la vía del factor tisular. Los complejos inhibidor de la vía del factor tisular/factor Xa (inhibidor de la coagulación asociado a lipoproteínas/Xa) resultantes se unen al factor VIIa presente en el factor tisular, originando complejos factor VIIa/factor tisular/inhibidor de la vía del factor tisular/factor Xa, que carecen de actividad catalítica. Probablemente este mecanismo inhibidor explica por qué sangran los individuos hemofílicos; es decir, porque la activación directa del factor X por el factor VIIa/factor tisular, que omite la necesidad de pasar por el factor VIII y el factor IX, sea insuficiente para que exista una hemostasia normal.

Además de la activación del factor VII por el factor Xa, otras reacciones de retroalimentación importantes son: 1) la activación del factor VIII por concentraciones mínimas de trombina o por una concentración mayor de factor Xa y 2) la activación del factor V por concentraciones mínimas de trombina. Esta activación es esencial para la participación eficaz de los factores VIII y V como cofactores de la coagulación.
 
Mecanismos de regulación. Los mecanismos reguladores impiden, en condiciones normales, que las reacciones de coagulación activadas causen trombosis local o coagulación intravascular diseminada (CID). Estos mecanismos comprenden la neutralización intrasanguínea de las enzimas y los cofactores activados de la coagulación y la eliminación de los factores de la coagulación activados, en especial durante la circulación hepática.
 
Además del inhibidor de la vía del factor tisular, otros inhibidores de las proteasas plasmáticas (antitrombina III, macroglobulina a2, antiproteasa a1 y cofactor II de la heparina) son capaces de neutralizar las enzimas de la coagulación. El más importante es la antitrombina III (la adición de heparina a la sangre in vitro hace que la antitrombina III pase de ser un inhibidor lento a otro de efectos instantáneos de las enzimas claves trombina, factor Xa y factor IXa, que es el mecanismo del efecto terapéutico de la heparina). Ciertas cadenas similares a la heparina presentes en la superficie luminal del endotelio vascular facilitan la función de la antitrombina III in vivo.
 
En la inhibición de los factores VIIIa y Va están implicadas dos proteínas dependientes de la vitamina K, la proteína C y la proteína S. La trombina, cuando está unida a un receptor presente en las células endoteliales denominado trombomodulina, adquiere la capacidad de escindir un pequeño péptido de la proteína C, con lo cual ésta pasa a una forma activa. La proteína C activada es una proteasa sérica que, junto con la proteína S y el fosfolípido procoagulante como cofactores, cataliza la proteólisis de los factores VIIIa y Va, con lo que se destruye su función de cofactor.
 
El factor V Leiden es una mutación genética (sustitución de arginina por glutamina en la posición 506) que disminuye la degradación del factor Va por la proteína C activada. El estado heterocigoto es muy habitual (3-15%) en algunas poblaciones (promedio del 7% en Estados Unidos) y provoca una mayor incidencia de tromboembolias venosas. Estas observaciones clínicas confirman la importancia fisiológica del mecanismo de la proteína C/ proteína S en la regulación de la coagulación.
 
El sistema fibrinolítico se activa por el depósito de fibrina. Este sistema, al disolver la fibrina, contribuye a mantener permeable la luz de los vasos sanguíneos lesionados. El equilibrio entre el depósito y la lisis de fibrina mantiene y remodela el cierre hemostático durante la reparación de la pared vascular dañada. La plasmina es una potente enzima proteolítica que cataliza la fibrinólisis. La plasmina se origina a partir de un precursor plasmático inerte, el plasminógeno, mediante la escisión de un único enlace peptídico arginina-valina, catalizada por los activadores del plasminógeno. En primer lugar, la fibrina se degrada a fragmentos grandes (X e Y) y, posteriormente, a otros más pequeños (D y E). Estos productos solubles de degradación de la fibrina se liberan a la circulación.
 
Cuando el fibrinógeno se convierte en fibrina, quedan libres en la molécula unos residuos de lisina a los que puede unirse firmemente el plasminógeno mediante unos receptores de lisina. Existen dos tipos de activadores del plasminógeno que desencadenan la lisis de la fibrina depositada a nivel intravascular y que se liberan a partir de las células del endotelio vascular. Uno es el activador tisular del plasminógeno (tPA), que provoca una escasa activación cuando está libre en una solución, pero que se convierte en un activador eficaz cuando, junto con el plasminógeno, se une a la fibrina muy cerca uno del otro. El segundo tipo, la urocinasa, se encuentra en forma de cadenas dobles o simples con diferentes propiedades funcionales. Las células endoteliales liberan el activador del plasminógeno urocinasa de cadena simple, que no puede activar el plasminógeno libre pero que, al igual que el tPA, es capaz de activar fácilmente el plasminógeno unido a la fibrina. Una concentración mínima de plasmina escinde el activador del plasminógeno urocinasa de cadena simple en otro de cadena doble, que es un activador del plasminógeno de igual potencia tanto en solución como cuando el plasminógeno está unido a la fibrina. Las células epiteliales que revisten los conductos excretores del organismo (p. ej., túbulos renales, conductos mamarios) también secretan urocinasa que, según se cree, constituye el activador fisiológico de la fibrinólisis en estos conductos. La estreptocinasa, un producto bacteriano que no se encuentra en el cuerpo normalmente, es otro potente activador del plasminógeno. La estreptocinasa y el tPA recombinante (alteplasa) se han empleado con fines terapéuticos para inducir la fibrinólisis en pacientes con trastornos trombóticos agudos.
 
El plasma contiene inhibidores del activador del plasminógeno (IAP) e inhibidores de la plasmina que enlentecen las reacciones fibrinolíticas. El IAP más importante es el IAP-1, que se libera desde el endotelio vascular y las plaquetas activadas. El inhibidor principal de la plasmina es la antiplasmina a2, una sustancia que puede inactivar muy rápidamente la plasmina libre que escapa de un coágulo de fibrina. Cierta cantidad de antiplasmina a2 también tiene enlaces cruzados, por el factor XIIIa, con la fibrina durante la coagulación; además, regula la actividad del plasminógeno activado hasta convertirse en plasmina sobre la fibrina. Asimismo, el plasma contiene glucoproteína rica en histidina, que no es un inhibidor de las proteasas séricas, sino que compite con los receptores de lisina del plasminógeno, reduciendo de este modo la concentración plasmática de las moléculas de éste que poseen receptores de lisina libres.
 
En circunstancias normales, varios factores impiden una fibrinólisis excesiva. El tPA y la urocinasa liberados por las células endoteliales presentan semividas intravasculares cortas debido a su inactivación rápida por el IAP-1 y, también, a su eliminación rápida de la circulación sanguínea a través del hígado. La actividad del tPA y del activador del plasminógeno urocinasa de cadena simple se encuentra notablemente reforzada por el plasminógeno unido a la fibrina, que limita la fibrinólisis fisiológica hasta formarse fibrina sin que el proceso se acompañe de proteólisis del fibrinógeno circulante. Además, la antiplasmina a2 neutraliza de forma casi instantánea la plasmina que escapa de la superficie de la fibrina.
 
Cuando los mecanismos reguladores fracasan, los pacientes pueden sangrar debido a una fibrinólisis excesiva. Existen casos raros de pacientes con un déficit hereditario total de antiplasmina a2. Sus tejidos sangran intensamente tras traumatismos leves, lo que demuestra que la antiplasmina a2 constituye un elemento clave en la regulación de la fibrinólisis normal. A veces, un paciente con hepatopatía crónica descompensada puede sangrar de manera incontrolada como consecuencia de una fibrinólisis excesiva que podría tener su origen en una deficiencia adquirida grave de antiplasmina a2 (secundaria a la disminución de la síntesis hepatocelular más el aumento del consumo causado por la hiperactividad del activador del plasminógeno). El déficit adquirido de antiplasmina a2 también puede deberse al consumo del inhibidor en la fibrinólisis secundaria a una CID extensa, lo cual puede contribuir a la tendencia hemorrágica que se observa en los pacientes con CID que aparece como complicación de un carcinoma de próstata o de una leucemia promielocítica aguda.


2. HEMOFILIA

La hemofilia A (deficiencia de factor VIII), que afecta a alrededor del 80% de los hemofílicos, y la hemofilia B (deficiencia de factor IX) tienen idénticas manifestaciones clínicas, anomalías de las pruebas de cribado y una transmisión genética ligada al cromosoma X. Es preciso realizar análisis de factores específicos para distinguir ambos tipos.

La hemofilia puede tener su origen en mutaciones genéticas: mutaciones puntuales que afectan a un único nucleótido, deleciones de partes o de todo el gen y mutaciones que afectan la regulación del gen. Aproximadamente la mitad de los casos de hemofilia A grave son resultado de la inversión de una sección de la punta del brazo largo del cromosoma X. Dado que los genes de los factores VIII y IX se localizan en el cromosoma X, la hemofilia afecta casi exclusivamente a varones. Las hijas de individuos hemofílicos son portadoras obligatorias, pero los hijos son normales. Cada hijo de una portadora tiene un 50% de posibilidades de ser hemofílico y cada hija otro 50% de posibilidades de ser portadora. En raras ocasiones, la inactivación aleatoria de uno de los dos cromosomas X en fases tempranas de la vida embrionaria provoca que una portadora tenga unos niveles suficientemente bajos de factor VIII o IX como para presentar hemorragias anómalas.


3. TRASTORNOS DE LA COAGULACION POR HEPATOPATIAS

 Las hepatopatías pueden alterar la hemostasia al provocar deterioro de la síntesis de factores de la coagulación, aumento de la fibrinólisis o trombocitopenia. En pacientes con hepatitis fulminante o con hígado graso agudo del embarazo, la hemostasia se altera como consecuencia de la disminución de la producción y del consumo de los factores de la coagulación en la coagulación intravascular


4. COAGULACION INTRAVASCULAR DISEMINADA (CID)

La coagulación intravascular diseminada (CID) suele ser el resultado de la entrada o de la generación en la sangre de un material con actividad de factor tisular que inicia la coagulación sanguínea. La CID se origina generalmente a partir de una de las cuatro situaciones clínicas siguientes: 

1) complicaciones obstétricas (p. ej., desprendimiento prematuro de placenta, aborto terapéutico inducido con suero salino, síndrome de retención de feto muerto y fase inicial de la embolia de líquido amniótico), en que accede material uterino con actividad de factor tisular a la circulación materna. 

2) Infecciones, especialmente por microorganismos gramnegativos. La endotoxina gramnegativa provoca la generación de una actividad de factor tisular sobre la membrana plasmática de los monocitos y las células endoteliales. 

3) Enfermedades malignas, sobre todo adenocarcinomas de próstata y páncreas secretores de mucina y leucemia promielocítica aguda, en la que se cree que las células leucémicas hipergranulares liberan material de sus gránulos con actividad de factor tisular. 

4) Shock de cualquier etiología, probablemente debido a la generación de actividad de factor tisular sobre los monocitos y las células endoteliales.

Otras causas menos frecuentes de CID incluyen traumatismos craneales graves que interrumpen la barrera hematoencefálica y que permiten la exposición de la sangre al tejido cerebral con potente actividad de factor tisular, complicaciones de la cirugía prostática que permiten la entrada en la circulación de material prostático con actividad de factor tisular y mordeduras de serpientes venenosas en las que penetran en la circulación enzimas que activan el factor X o la protrombina o que convierten directamente el fibrinógeno en fibrina.

La CID subaguda puede asociarse a complicaciones tromboembólicas de hipercoagulabilidad, entre las que destacan trombosis venosas, vegetaciones trombóticas sobre la válvula aórtica y émbolos arteriales surgidos de estas vegetaciones. Es infrecuente la hemorragia anómala.

Por otro lado, la trombocitopenia y el agotamiento de los factores plasmáticos de la coagulación de la CID masiva aguda determinan una tendencia hemorrágica grave que empeora por la fibrinólisis secundaria; es decir, se forman grandes cantidades de productos de degradación de la fibrina que alteran la función plaquetaria y la polimerización normal de la fibrina. Si la fibrinólisis secundaria es bastante extensa para deplecionar la antiplasmina a2 plasmática, entonces la pérdida de control del proceso fibrinolítico se suma a la tendencia hemorrágica. Cuando esta CID masiva se produce como complicación de un parto o de una intervención quirúrgica que deja superficies cruentas (p. ej., prostatectomía), el resultado es una hemorragia intensa: los procedimientos invasivos (p. ej., punción arterial en gasometrías) pueden originar hemorragias persistentes en los puntos de inyección, se forman equimosis en los sitios de inyecciones parenterales y pueden producirse hemorragias GI graves a partir de erosiones de la mucosa gástrica.

La CID aguda también puede causar depósito de fibrina en múltiples vasos sanguíneos de pequeño tamaño. Si la fibrinólisis secundaria no puede lisar la fibrina con rapidez, el resultado puede ser la necrosis hemorrágica de los tejidos. El órgano más vulnerable es el riñón, en que el depósito de fibrina en el lecho capilar glomerular puede desencadenar una insuficiencia renal aguda. Ésta es reversible si la necrosis se limita a los túbulos renales (necrosis tubular renal aguda), pero irreversible si también se destruyen los glomérulos (necrosis cortical renal). Los depósitos de fibrina también pueden ocasionar una lesión mecánica de los hematíes con hemólisis. En ocasiones, la fibrina depositada en los pequeños vasos de los dedos de manos y pies conduce a gangrena y pérdida de los dedos, e incluso de los brazos y las piernas.


5. TROMBOSIS

Enfermedades caracterizadas por la formación de un trombo que obstruye la circulación sanguínea a nivel local o que se suelta y emboliza ocluyendo el flujo sanguíneo distal (tromboembolia).
 
Los trombos son masas mecánicas que se forman en el interior del sistema cardiovascular sobre superficies denudadas endovasculares o protésicas. Se componen de fibrina insoluble, depósitos de plaquetas y acúmulos de leucocitos y hematíes atrapados en patrones variables que dependen del flujo.
 
La formación de un trombo es un proceso multifactorial en que están implicados numerosos factores genéticos y ambientales que interactúan entre sí. La predisposición trombótica suele identificarse clínicamente. Las características más importantes son los antecedentes familiares, la recurrencia, la edad joven, la intensidad de la provocación y las trombosis en lugares inusuales.
 
La sospecha de trombosis arterial o venosa o de tromboembolia requiere una confirmación objetiva. La angiografía es la técnica diagnóstica de referencia. No obstante, la ecografía realizada por personal cualificado es adecuada para la valoración del corazón y los vasos superficiales.
 
El 25-50% de los pacientes con trombosis venosa profunda espontánea demostrada mediante flebografía presentan un factor genético predisponente. La alteración genética de un mecanismo anticoagulante (p. ej., resistencia del factor V a la proteína C activada, hiperhomocisteinemia, deficiencia de proteína C o proteína S, déficit de antitrombina III, fibrinólisis defectuosa), combinada con un estímulo trombótico (p. ej., cirugía, gestación, empleo de anticonceptivos orales, anticuerpos antifosfolipídicos), es suficiente para originar una tromboembolia venosa. Los individuos con más de una anomalía padecen trombosis con mayor precocidad, frecuencia y gravedad que los que tienen un único defecto.
 
El tratamiento antitrombótico incluye la utilización de fármacos trombolíticos, antiplaquetarios y anticoagulantes. El tratamiento trombolítico es la primera opción cuando se plantea una estrategia antitrombótica, dado que los fármacos trombolíticos pueden eliminar un trombo establecido. El tratamiento antitrombótico subsiguiente varía según el sistema circulatorio, venoso o arterial, implicado, el tamaño y la localización de los vasos afectados, los riesgos de la extensión, la embolia y la recidiva, así como de los beneficios antitrombóticos relativos y los riesgos hemorrágicos.
 
Las medidas mecánicas para restablecer la luz vascular son la embolectomía quirúrgica y con catéter balón.


6. TROMBOCITOPENIA

El fracaso en la producción de plaquetas, el secuestro esplénico de éstas, el aumento de su destrucción o utilización, así como su dilución pueden originar trombocitopenia. Independientemente de la causa, la trombocitopenia grave provoca un patrón hemorrágico característico: múltiples petequias cutáneas, a menudo más evidentes sobre la parte inferior de las piernas, pequeñas equimosis diseminadas en zonas expuestas a traumatismos menores, hemorragias mucosas (epistaxis, hemorragias de los tractos GI, GU y vaginal) y hemorragias excesivas tras intervenciones quirúrgicas. La hemorragia GI intensa y las hemorragias en el SNC pueden ser situaciones con riesgo vital. No obstante, la trombocitopenia no produce hemorragias masivas en los tejidos (p. ej., hematomas viscerales profundos o hemartrosis), lo cual es característico de las hemorragias secundarias a trastornos de la coagulación 


7. PURPURA TROMBOCITOPENICA AGUDA

Trastorno hemorrágico que no se asocia a una enfermedad sistémica, que es típicamente crónico en los adultos y que suele ser agudo y autolimitado en los niños.
 
La púrpura trombocitopénica idiopática (PTI) del adulto generalmente es consecuencia de la producción de anticuerpos dirigidos contra antígenos estructurales plaquetarios (autoanticuerpos). En la PTI infantil, se cree que un antígeno vírico activa la síntesis de anticuerpos que pueden reaccionar con los antígenos víricos depositados sobre la superficie plaquetaria.

 En algunas enfermedades, el número de plaquetas puede ser normal, pero no se forman tapones hemostáticos normales, por lo que el tiempo de sangría está prolongado. La alteración de la función plaquetaria puede deberse a un defecto plaquetario intrínseco o a un factor extrínseco que altere la función de unas plaquetas, por lo demás, normales. Estos defectos pueden ser hereditarios o adquiridos. Las pruebas de la fase de la coagulación de la hemostasia (p. ej., tiempo de tromboplastina parcial y tiempo de protrombina) son normales en la mayoría de los casos, aunque no en todos                        

Los trastornos vasculares pueden causar petequias, púrpura y equimosis, pero en raras ocasiones desencadenan una pérdida grave de sangre. No obstante, pueden aparecer hemorragias como consecuencia de la deficiencia de colágeno vascular y perivascular en el síndrome de Ehlers-Danlos y en otros raros trastornos hereditarios del tejido conjuntivo como, por ejemplo, el seudoxantoma elástico, la osteogénesis imperfecta y el síndrome de Marfan. La hemorragia puede ser una característica destacada del escorbuto. En los trastornos hemorrágicos vasculares, las pruebas de laboratorio de la hemostasia suelen ser normales y el diagnóstico se realiza a partir de otros datos clínicos.


8. PURPURA SIMPLE

Trastorno hemorrágico vascular más frecuente que se manifiesta por una mayor facilidad para presentar equimosis debido a un aumento de la fragilidad vascular.
 
La púrpura simple suele afectar a mujeres. Las equimosis se desarrollan sin traumatismos conocidos sobre muslos, nalgas y parte superior de los brazos. Por lo general, la historia no revela otras hemorragias anómalas, pero también puede existir facilidad para presentar equimosis en otros miembros de la familia. El recuento de plaquetas y las pruebas de función plaquetaria, coagulación sanguínea y fibrinólisis son normales. Ningún fármaco previene la formación de equimosis. Habitualmente se aconseja al paciente que evite la aspirina y los fármacos que la contengan, pero no existen pruebas de que la formación de equimosis se relacione con su empleo. Se debe asegurar al paciente que la enfermedad no es grave.


9. PURPURA SENIL

Trastorno que afecta a pacientes ancianos, especialmente a los que han estado expuestos de manera excesiva al sol, en quienes persisten equimosis purpúreas oscuras, limitadas de forma característica a las superficies extensoras de manos y antebrazos, durante tiempo prolongado. 
 
Aparecen nuevas lesiones sin traumatismos conocidos. Las lesiones se resuelven con lentitud en varios días, dejando una coloración pardusca debida a los depósitos de hemosiderina; esta alteración de la coloración puede aclararse a lo largo de semanas o meses. La piel y el tejido subcutáneo del área afectada a menudo aparecen adelgazados y atróficos. El tratamiento no favorece la resolución de las lesiones y, por tanto, no es necesario. Aunque es desagradable desde el punto de vista estético, el trastorno no tiene consecuencias serias.




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