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miércoles, 7 de mayo de 2014

POR QUE LA MUSICA NOS HACE SENTIR BIEN?


Nadie sabe por qué la música tiene un efecto tan potente en nuestras emociones, pero gracias a estudios recientes ya contamos con algunas claves.

Nos gusta la música porque nos hace sentir bien. ¿Y esto por qué sucede?

En 2001, los neurocientíficos Anne Blood y Robert Zatorre de la Universidad McGill en Montreal demostraron que las personas que escuchan música placentera activa regiones del cerebro llamadas límbicas y paralímbicas, que están conectadas a respuestas eufóricas, como las que experimentamos con el sexo, la buena comida o las drogas adictivas.

Estas respuestas proceden del impulso generado por el neurotransmisor conocido como dopamina.

Es fácil entender por qué el sexo y la comida generan esta respuesta de la dopamina que nos hace querer más, contribuyendo a nuestra supervivencia y propagación.

¿Pero por qué sucede también con los sonidos, que nada tienen que ver con nuestra supervivencia?
La verdad nadie la sabe. Sin embargo, ahora tenemos más claves de por qué la música produce intensas emociones.

La teoría favorita actualmente entre los científicos que estudian cómo nuestra mente procesa la música se remonta a 1956, cuando el filósofo y compositor Leonard Meyer sugirió que la emoción en la música tiene que ver con lo que esperamos y con si lo obtenemos o no.

Meyer elaboró unas teorías psicológicas de la emoción que proponían que éstas surgen cuando somos incapaces de satisfacer un deseo.

Esto, como pueden imaginar, genera enfado y frustración, pero cuando encontramos lo que queremos, ya sea amor o un cigarrillo, la recompensa es dulce.

Según Meyer esto es lo que hace la música. Establece patrones de sonido y regularidades que tratan de provocarnos predicciones inconscientes sobre lo que se viene.

Si hemos acertado el cerebro obtiene un premio, que es el flujo de dopamina.

El baile entre expectativas envuelve el cerebro con un manto de emociones placenteras.

¿Pero por qué nos deberían importar estas expectativas? No es que nuestra vida dependa de ello.

El musicólogo David Huron, de la Universidad Estatal de Ohio, en Estados Unidos, dice que quizás una vez sí que lo fue.

Hacer predicciones sobre nuestro entorno, interpretando lo que vemos y escuchamos en base a informaciones parciales, podría haber sido esencial para nuestra supervivencia, y a menudo todavía lo es, por ejemplo, cuando cruzamos una calle.

Involucrar a las emociones con este sistema de anticipación podría haber sido una buena idea.
Nuestros ancestros de la sabana africana no tenían el lujo de saber si un crujido fue producido por un león o un mono.

Empleando el "cerebro lógico" y tomando un atajo a los circuitos límbicos primitivos que controlan nuestras emociones, el proceso mental del sonido podría causar una reacción de adrenalina, que nos prepara para escapar.

Esta teoría de la anticipación suena prometedora pero es difícil de probar.

Una razón es que la música simplemente ofrece tantas oportunidades de crear y contradecir expectativas que no está claro cómo se debería medir o comparar.

Así que otra teoría apunta a que la emoción que produce la música tiene un vínculo cultural.

Para tener una expectativa sobre cómo será una música necesitas conocer las reglas, saber lo que es normal, y esto varía de una cultura a otra.

Y la música no sólo genera buenas vibraciones, también puede causar ansiedad, aburrimiento e incluso ira.

Compositores y músicos hacen equilibrios sobre una fina cuerda, tratando de adaptar las expectativas hasta el punto exacto.

La teoría de Meyer se vio reforzado por el estudio llevado a cabo por Zatorre y sus colegas, que demostró que la respuesta estimulada por la música depende de la comunicación entre "emoción" y "lógica" en el cerebro.

Pero nuestra respuesta a la música debe estar también condicionada por tantos otros factores: si la escuchamos solos o en grupo, o si asociamos una canción a una experiencia determinada.

Otras veces ni siquiera podemos reconocer qué emociones nos genera la música.

Podemos reconocer una canción triste sin sentirnos tristes. Incluso si nos sentimos tristes no es como una tristeza arrebatadora, y la música puede disfrutarse aun provocando lágrimas.

Algunas piezas de Bach pueden generar emociones intensas incluso cuando no podemos determinar qué clase de emociones son.

Así que nunca terminaremos de entender por qué la música estimula nuestras emociones, al menos hasta que no sepamos mejor cómo es nuestro mundo emocional.

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