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martes, 1 de abril de 2014

EL CIRCULO VICIOSO DEL AZOTE A LOS HIJOS


Los padres que dan azotes a los niños revoltosos quizá no lo sepan, pero están participando en un círculo vicioso que llevará a que den más azotes y a que los niños se sigan comportando mal en los siguientes años, sugiere un nuevo estudio.

Los investigadores querían resolver la vieja cuestión "del huevo o la gallina" que hay en torno a la cuestión de la disciplina física en la infancia: ¿dar azotes fomenta la agresión en los niños, o los niños que son agresivos por naturaleza simplemente reciben más azotes a medida que sus padres tratan de controlar su comportamiento?".

La respuesta es sí a ambas cuestiones, afirmó el autor del estudio, Michael MacKenzie, profesor asociado en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Columbia, en la ciudad de Nueva York.

En los primeros diez años de vida de un niño, los azotes actuales llevarán a un mal comportamiento en el futuro; pero el mal comportamiento actual, también resultará en azotes en el futuro, hallaron los investigadores.

"Se puede ver como una escalada armamentística, en la que los padres se vuelven más coercitivos y el niño se hace más agresivo, y se quedan atrapados en este ciclo", dijo MacKenzie. "Estos procesos pueden empezar muy pronto, y cuando lo hacen hay mucha continuidad a lo largo del tiempo".

Los hallazgos se basan en casi 1,900 familias que participaron en el Estudio de familias frágiles y bienestar infantil. Se trata de un proyecto de investigación de una década realizado por investigadores de las universidades de Columbia y Princeton, que contó con niños nacidos en ciudades grandes estadounidenses entre 1998 y 2000.

Las familias del estudio participaron en evaluaciones poco después del nacimiento de los niños y cuando éstos tenían aproximadamente 1, 3, 5 y 9 años de edad. Estas evaluaciones incluyeron preguntas sobre si los niños recibían azotes y hasta qué punto los niños se comportaban de forma agresiva, no acataban las normas o se comportaban de forma arisca o antagónica.

Aproximadamente el 28 por ciento de las madres reportaron que azotaron a sus hijos durante el primer año de vida, lo que aumentó hasta el 57 por ciento a los 3 años de edad y luego pasó a aproximadamente el 53 por ciento a los 5 años de edad y al 49 por ciento cuando tenían 9 años.
Pero los investigadores también hallaron que en cada edad, los niños que mostraron más problemas conductuales recibieron más azotes a una edad más tardía, lo que indica que los niños más difíciles podrían fomentar que el nivel de castigos por parte de sus padres aumente.

"Algunos niños reciben un mayor nivel de disciplina física, y los niveles altos de disciplina física se asocian a su vez con un nivel más alto de agresión parental en el futuro", dijo MacKenzie.

Aunque el estudio muestra que dar azotes y el mal comportamiento tienden a alimentarse el uno al otro, los investigadores también descubrieron una fuerte evidencia de que azotar a un niño en el primer año de vida probablemente es el catalizador que inicia el ciclo.

Estos hallazgos ponen un punto y final al debate de "la gallina o el huevo" sobre qué es lo que fue primero: los azotes o la mala conducta infantil, afirmó el Dr. Andrew Adesman, jefe de pediatría del desarrollo y conductual del Centro Médico Pediátrico Steven & Alexandra Cohen de Nueva York, en New Hyde Park, Nueva York.

"Lo veo empezando por el huevo (que en este caso son los azotes) y luego los azotes llevan a una conducta más agresiva, y la conducta agresiva entonces lleva a más azotes", dijo Adesman.
Los hallazgos aparecen en la edición en línea del 25 de marzo de la revista Journal of Youth and Adolescence.

Si los padres pueden atenerse a las formas no físicas de castigo cuando un niño pequeño se porta mal, tienen más probabilidades de tener un hijo que se porte bien a los 3, 5 y 9 años de edad, señaló.

"Durante los primeros años de un niño, los padres probablemente necesiten más asesoría o consejos sobre estrategias para manejar la conducta de los niños sin recurrir a los azotes", dijo Adesman.

Desafortunadamente, comentó MacKenzie, puede ser difícil evitar las ganas de dar azotes, en vista de lo muy estresados y agobiados que pueden estar muchos padres jóvenes.

"Los azotes dan una retroalimentación inmediata, porque los niños dejan de hacer lo que estén haciendo, pero no da a los niños la capacidad de autorregularse a lo largo del tiempo", indicó.

"Pero ser padre o madre no es algo fácil, y los niños problemáticos hacen que sea todavía más difícil", explicó MacKenzie. "Tenemos que dar a esos padres el respaldo que necesitan para que lo hagan tan bien como les gustaría para sus hijos".

Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare FUENTES: Michael MacKenzie, associate professor, Columbia University School of Social Work, New York City; Andrew Adesman, M.D., chief, developmental & behavioral pediatrics, Steven & Alexandra Cohen Children's Medical Center of New York, New Hyde Park, N.Y.; March 25, 2014, Journal of Youth and Adolescence, online

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