El estrés laboral repercute en el bienestar físico y emocional y, por ende, en las relaciones sexuales y de pareja. Por tanto, este tiempo dedicado al trabajo, y la carga que ello
supone, interfiere sin quererlo en nuestro estado físico y emocional. El trabajo ahora ocupa más tiempo,
por lo que hay mayor pérdida de energía sea física o mental. Antes, el
trabajo era para satisfacer las necesidades básicas, ahora entran
conceptos como el bienestar, el ocio, etc..
La 'energía sexual', es en sí un sobrante de energía.
El deseo y la posibilidad de ejecución, sea genital o global, se dan en
un estado óptimo: cuando un individuo está alimentado, descansado y sin
amenazas externas (amenazas=estrés). Por tanto, no puede haber buena respuesta sexual en situaciones
extremas. Antes, por ejemplo, estas situaciones de estrés
eran por la falta de alimento, de cobijo o por el ataque de un animal.
Ahora el estrés se traduce en miedo a perder el trabajo, o por haberte
peleado con alguien cercano, etc.
Además de esto, a nivel biológico, la respuesta fisiológica sexual necesita un equilibrio perfecto entre sistema parasimpático (encargado de regular el relax, el bienestar, el sueño) y el simpático (regula la alerta, la respuesta ante la amenaza). Es decir, "ni se puede estar completamente relajado ni completamente estresado, sin esto no hay respuesta fisiológica óptima: erección, lubricación,...".
Por otro lado, este estrés también se ve amenazado por el concepto que tenemos los hombres y mujeres de lo que debemos hacer y hasta donde podemos llegar, tanto en el terreno laboral como en el sexual: la socialización de género. Actualmente, debemos tener una precisión sexual y laboral a prueba de bombas. Tienes que ser el mejor, tienes que cumplir. Todo esto puede generar ansiedad: ansiedad de resolución.
Además de todo ello, las mujeres están más educadas hacia lo circunstancial y los hombres más hacia lo físico o lo biológico, hecho que merma de manera importante nuestra forma de disfrutar de la sexualidad. Ahora se percibe a la mujer como más deseante y parece que tiene que comportarse como tal y el hombre siempre tiene que estar a punto. Exigencias que no deberían ser así.
Dicen los expertos que la vida sexual no es suficiente en las relaciones de pareja, pero sí imprescindible. En situaciones de estrés laboral, la falta de deseo y los problemas y/o discusiones de pareja son las principales barreras. Lo que es prioritario pasa a un segundo plano. Por ello hay que concienciar a la pareja de cuáles deben ser sus prioridades. La relación de pareja, en general, y la sexualidad, en particular, tienen y deben ser una prioridad.
A pesar de todo ello, matizan claramente ambos expertos, hay que tener en cuenta la percepción de sexualidad que cada pareja tenga. Es decir, si la sexualidad que tienen es puramente genital, el estrés y los problemas serán mayores que las de aquellas parejas que viven una sexualidad más amplia, donde no sólo vale el coito, sino que su objetivo es el placer y disfrutar juntos. Lo que hay que hacer es "jugar con toda la globalidad de la sexualidad, no quedarse sólo en el coito con orgasmo". De esta forma, coinciden los profesionales, el estrés por trabajo o por otros asuntos, se verá menos mermado en las relaciones sexuales. Porque ésta se vive de muchas formas.
Así, se insiste muchisimo en la llamada SEXUALIDAD DE PASILLO, es decir, el juego de seducción no tiene porqué ser sólo en la alcoba. Los besos, los gestos de cariño y la complicidad deben estar por toda la casa y en cualquier momento del día, especialmente en esos momentos de estrés donde el trabajo ocupa la mayor parte del tiempo. Situación que se agrava también si se tienen hijos. Por eso, hay que buscar espacios. Hay que 'agendar', buscar un espacio a la semana para ambos: ya sea para ir a cenar, para ir al cine, para hablar de los problemas del día... En definitiva, dedicar tiempo para ambos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario