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lunes, 30 de noviembre de 2009

CUANDO EYACULAR ES UNA MISION IMPOSIBLE



Los hombres tambien podemos fingir orgasmos: tres empujones más fuertes de lo normal, un par de gemidos y asunto concluido.
Además, el uso del preservativo favorece sobremanera este tipo de comportamiento condenable. Todos los manuales de urbanidad sexual coinciden. No hay que dejar de lado los aspectos comunicativos de la sexualidad, hay que aprender a decir las cosas, con mentiras no se va a ningún lado y bla, bla, bla. Sin embargo, a veces no te queda otra. En alguna ocasión, muchos (al menos a mí no me duelen prendas en reconocerlo) nos hemos visto en la obligación de fingir y terminar de una vez con el tema. Muchos de estos orgasmos falsos son fruto de la necesidad de 'cumplir' con que a veces nos entregamos al acto sexual. Puede sucederte con tu pareja o con un "asunto" de una noche, da lo mismo. Sin embargo, hay un problema que aqueja a algunos hombres y que no se arregla tan fácilmente.

Se trata de la eyaculación retardada, es decir, la dificultad o imposibilidad de eyacular a pesar de sentir una fuerte excitación sexual y sin que se presenten problemas de erección adicionales. El ansia o la aflicción que genera la eyaculación retardada en un hombre le afecta en todas su relaciones, y no sólo meramente sexuales. De hecho, ante un problema así, la pareja puede llegar a la conclusión precipitada y equivocada de sentirse responsable o culpable de esa ausencia de orgasmo. 'No le gusto lo suficiente', 'no lo hago bien' En el caso del protagonista de la disfunción, es muy probable que la ansiedad que le provoca el acto sexual acabe por hacerle evitar todo tipo de contacto carnal, con tal de evitarse el mal trago.

En alguna ocasión todos los hombres hemos sufrido algún que otro episodio de eyaculación retardada. Sucede lo mismo que con las crisis puntuales en la erección: el popular y temido "gatillazo". El 'modus operandi' suele ser el mismo. Surge de la manera más inesperada y normalmente en la situación más inapropiada. A veces, el hecho de haber conseguido acostarnos con alguien a quien consideramos 'el levante de nuestra vida' puede generar tal dosis de electricidad y tensión sexual que se pueden llegar a fundir los plomos. En otros casos, la ingesta de determinadas drogas, como el alcohol o la cocaína, pueden acarrear serios problemas a la hora de eyacular, convirtiendo la experiencia sexual en una especie de mantra tibetano o un disco de rock sinfónico (de esos en los que una canción duraba toda la cara de un vinilo). Vamos, que nunca se acaba. O, como se decía antes en España, y venga la burra al trigo.

En estos casos hay que aclarar que se trata de bloqueos a los que tampoco hay que dar excesiva importancia, a no ser que se repitan de manera continuada, claro. Lo mejor es dar por concluida la partida, sin necesidad de psicodramas y golpes de pecho y esperar una mejor ocasión. Que la eyaculación está muy sobrevalorada, como dice una amiga mía. .

¿Hacemos un sudoku juntos?

¿Hacemos un sudoku juntos?

Los hombres aquejados de eyaculación retardada, la de verdad, suelen eyacular con algunas parejas y con otras no. En ocasiones no tienen ninguna dificultad a la hora de eyacular mediante la masturbación y, en cambio, no lo consiguen mediante el coito u otras prácticas sexuales. Algunos tienen poluciones nocturnas cuando están durmiendo y en cambio son incapaces de eyacular durante el acto sexual. En menor número nos encontramos con casos en los que la eyaculación nunca se presenta. Esta diversidad de comportamientos se debe a las diferentes causas que provocan la eyaculación retardada. Por un lado, tenemos las razones físicas que ocasionan el uso de medicamentos que inhiben el reflejo eyaculatorio, como sucede con algunos antidepresivos, neurolépticos o hipotensores. También puede provocar un cuadro de eyaculación retardada haber sufrido operaciones quirúrgicas en la próstata o la vejiga urinaria, así como presentar algún tipo de disfunción endocrina. En cuanto a las causas psicológicas, que son las más habituales, nos encontramos con una amalgama de situaciones que pueden provocar el miedo o el rechazo inconsciente de la eyaculación: haber sufrido algún trauma sexual (como ser reprendido o ridiculizado al ser sorprendido en prácticas masturbatorias durante la adolescencia), haber crecido en un ambiente represivo hacia la sexualidad, obsesionarse con la atención desmesurada hacia la pareja sexual o uno mismo, miedo a la intimidad o al compromiso, negación de la propia homosexualidad... Un sinfín de posibilidades que, como siempre que abordamos estas cuestiones, sólo se pueden resolver con la ayuda de un profesional de la medicina.


(Diario El Mundo)

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