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miércoles, 12 de marzo de 2014
EL HOMBRE MAS MONITOREADO DEL MUNDO
La autosupervisión puede servir para detectar un trastorno y hacer algo al respecto antes de que sea demasiado tarde.
En San Diego, California, vive el hombre probablemente más monitoreado del mundo. Él se controla todo, absolutamente todo.
Gracias a esa constante vigilancia de su cuerpo, Larry Smarr, se descubrió una enfermedad potencialmente fatal.
Smarr es uno de los científicos en computación más influyentes en Estados Unidos. Tuvo una participación clave en el desarrollo de computadores en red, los predecesores de internet.
Hoy en día, este profesor de la Universidad de California está concentrado en el monitoreo personal.
"Llevo un registro de mi peso, de mis pasos, de la quema calórica, de mi sueño, la orina, saliva, sangre...".
Smarr incluso vigila sus heces. "Eso es de lejos lo más importante que he hecho", comenta.
Este físico no cree en "demasiada información". "Nunca hay demasiada información", asegura.
El reto está en transformar esa información en algo que se entienda, "y de eso se trata la ciencia".
El experto explica que cada día la humanidad produce excremento, un residuo metabólico del organismo con mucha información sobre el estado de la salud de alguien.
"¡Y nosotros la tiramos por la cadena!".
No obstante, el médico y presentador del programa Horizon de la BBC, Kevin Fong, considera que monitorear las heces puede suponer un reto.
Smarr cuenta que hay que congelarlas. "Y yo lo hago cada dos semanas".
El experto las tiene en el congelador de su casa, debidamente etiquetadas, hasta que las envía por correo privado a la escuela de medicina, donde analizan las heces y le dan toda la información.
En su laboratorio, Larry arma todo el rompecabezas de datos que tiene de su cuerpo.
"A lo largo de los años, él ha reunido miles de millones de diferentes mediciones de su cuerpo", cuenta Fong. "Desde sus enzimas y proteínas, hasta minerales y microbios, nada ha pasado desapercibido".
En su programa informático, Smarr tiene cerca de 150 variables de 5 o 10 años de estudio de su propio cuerpo.
"Me mido cosas de las que nunca había escuchado hablar".
El profesor lleva un registro de todo lo que un médico aconsejaría tener, más muchas otras más. El objetivo es tener un sistema de alarma que le indique a la mínima señal si algo no va bien en su cuerpo.
Esta alarma tiene una codificación por colores. Si la información tiene un color verde, quiere decir que lo que está midiendo está bien, pero si aparece el naranja, entonces quiere decir que está por encime del límite máximo de lo que se considera como saludable.
"Yo me fijo en esto y digo 'mira, todo está en verde, debo estar muy sano", señala Smarr.
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Pero hace unos años, notó que algo andaba mal. Uno de esos datos estaba en rojo. Y no sólo eso, estaba 30 veces por encima del límite.
Otra medición, la lactoferrina, estaba en púrpura, lo que quería decir que estaba 125 veces por encima del límite.
Smarr hizo lo que muchos harían hoy en día. Se fue a Google y en cuestión de minutos encontró cinco o seis estudios que habían pasado por una revisión de pares y que aseguraban que esos números indicaban una enfermedad crónica incurable.
Así fue como descubrió que tenía la enfermedad de Crohn, un trastorno en el intestino que puede producir dolores abdominales, diarrea, vómitos, obstrucciones y fiebre, así como pérdida de apetito y peso.
Como científico que es, la reacción de Smarr fue buscar más información.
"Con el conocimiento que obtuvo, Larry pudo diagnosticarse la enfermedad en la etapa más temprana posible", cuenta Fong. "Él cree que pronto todos podremos monitorearnos de la forma que lo hace".
Este científico piensa que en un mundo donde se puede ver lo que cada quien se hace a sí mismo, la esperanza es que las personas puedan asumir una responsabilidad más personal sobre su salud.
"El resultado será una sociedad mucho más sana más pendiente del bienestar que en curar enfermedades cuando ya es demasiado tarde".
Esta conciencia de uno mismo puede llevar a un nuevo tipo de medicina preventiva que quizás no dependerá de vacunaciones o programas de salud pública, sino de la información.
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