Para la doctora María Teresa Calabrese, psiquiatra y psicoanalista,
especialista en niños y adolescentes, “no está mal y hasta puede ser una
sana costumbre contarlo tipo mito, cuento, tradición”, pero en modo
alguno cree que “sea saludable contárselo como si fuera una realidad,
una verdad, porque el niño confía en los adultos, en los padres, toma
como una verdad todo lo que éstos le dicen, entonces, como más tarde o
más temprano va a descubrir que no es una historia real, que es un
invento, ahí puede perder la confianza en los padres”.
“Entonces,
creo que no es saludable decirle que va a venir un Papá Noel como algo
real -agrega-; sí se puede seguir la tradición, en muchos hogares se
hacen regalos de esta forma, pero el chico sabe que es un mito”.
También
Mónica Cruppi, psicoanalista y escritora, miembro de la
Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) es partidaria de mantener las cosas en el plano de la tradición: “
Esta historia
que viene transmitiéndose de generación en generación, cumple varias
funciones durante el desarrollo infantil, como por ejemplo la función
moral y la educativa; incrementa la imaginación, la recreación, refuerza
la tradición y estructura la mente infantil. Es así como la vida
psíquica del niño es influida por las enseñanzas de los padres y se le
va transfiriendo al pequeño un modelo tradicional y normativo típico de
nuestra época. La enseñanza moral que el pequeño va adquiriendo por sí
mismo es la de que su esfuerzo de ‘portarse bien’ se verá recompensado
por medio del regalo anhelado”.
“No sé si me gusta que ‘crean’...
prefiero contarles que es un juego de amor entre todos y acercarlo a la
verdadera esencia de la Navidad... que no es precisamente un gordo que
reparte ‘cosas’... aunque sean juguetes, que les compro con amor sin
trampearlo”, contestó Silvia Abbruzzese a la consulta de Infobae.
La
doctora Calabrese sostiene que el niño “se enfrenta a una contradicción
porque a él lo castigan si miente pero al final descubre que los padres
son unos grandes mentirosos que lo hicieron vivir y creer una mentira”.
¿Pero
acaso cuando se es niño no se vive en una suerte de confusión entre lo
real y lo imaginario? ¿No construyen los propios chicos esas fantasías?
“Justamente
por eso no debo alimentar esa confusión –responde Calabrese- porque a
lo mejor los padres pueden sentir que es una fantasía placentera pero
para el chico puede tener connotaciones muy desagradables, porque así
como puede entrar un gordo panzón como Papá Noel por un orificio tan
pequeño como una chimenea, bueno,
también pueden entrar brujas, monstruos y todos aquellos seres a lo que ellos temen en sus fantasías”.
“Me parece que (los chicos) deben saber la verdad, a mí de chica me
daban terror estos personajes” (Silviarte Artesanias), fue otro de los
comentarios en el Facebook de Infobae.
La doctora Cruppi, que
es también especialista en niños y adolescentes, es igualmente
concluyente en esto: “Pienso que a los niños
hay que decirles la verdad
desde el comienzo, Navidad es una fiesta religiosa y Papá Noel un
relato urbano. Como todo cuento universal, está inscripto dentro de las
representaciones sociales que ponen de manifiesto nuestro pensamiento
sobre el mundo, sobre los otros y sobre nosotros. No son imágenes o
solamente opiniones, sino sistemas de pensamiento dotados de una lógica y
un lenguaje que influyen y regulan nuestro comportamiento y que
cumplen una función explicativa. Se trata de una mirada compartida por individuos inmersos en una determinada cultura”.
Diferente es el enfoque del psicoanalista
Enrique Novelli, miembro de APA, sobre estos mitos: “Muchos adultos tienen una
concepción equivocada de los efectos de las fantasías en los niños. Si entendieran que son las
expresiones de los deseos y que con ellas tratan de
suplir y embellecer
lo que vivencian displacenteramente, no tratarían de calificarla como
mentiras o ‘puro cuento’ que distorsiona el recto razonamiento infantil.
Por el contrario, estimulan la imaginación, y pueden plasmarse en
tendencias creativas”.
“Los Reyes Magos –dice Novelli- son el
producto de la ficción humana que se construye sobre un núcleo de verdad
histórica. En este sentido quedan equiparados a un mito o una leyenda.
Las fantasías, mitos y leyendas son expresiones de deseos, temores y
sufrimientos de carácter universal entre los humanos. Además de
expresar los deseos, negar los sufrimientos y los peligros, también son
intentos de explicación ante hechos enigmáticos que impactan a los individuos."
Novelli traza un interesante paralelo entre Santa Claus y los padres: “
Dejando de lado las versiones históricas, todo mito siempre contiene un núcleo que responde a un anhelo universal. En este caso el de
tener padres maravillosos que todo lo pueden. Pensemos que este mito también induce a
actitudes solidarias, de entrega y amor hacia los semejantes. Para un chico un
regalo es muestra de cariño, y si recibe uno solicitado por él, siente que es tenido en cuenta por
personajes significativos e idealizados, como lo son los padres en la primera infancia.
Eso recae sobre la valoración mental, a nivel inconsciente, que los
niños tienen de la figura paterna y por extensión de las instituciones”.
“Desde
la perspectiva psicoanalítica, sigue diciendo Novelli, debemos
circunscribirnos al terreno psíquico y particularmente al plano de lo
inconsciente. En este sentido,
el mito de los Reyes Magos se relaciona con la fantasía universal, presente en toda persona, de
ser hijo de padres maravillosos, omnipotentes y omnisapientes,
que como se comprenderá son personajes forjados desde las figuras de
los padres reales de la primera infancia. Padres idealizados desde la
mirada infantil”.
Y concluye: “Entonces, cuando la fantasía de los padres maravillosos se
asienta en lo social y es tomada por el folklore y los posiciona como
valor cultural, en
personajes que premian o castigan
los comportamientos de los niños, dejándoles o no los regalos deseados,
quedan constituidos, inconscientemente, en representantes del padre de
cada uno”.
Calabrese, por su parte, insiste en el tema de la
confianza: “Para el niño, si los padres dicen que Papá Noel existe,
entonces existe. Después se arma una gran confusión. Cuando empiezan a
crecer, y un compañerito les dice que no existen,
puede haber una caída de la función paterna,
en el sentido de que se preguntan: ¿Cómo, no me dijeron la verdad?
Descubren que los padres, en quienes ellos creían, mienten.”
Varios
lectores expresaron esta desilusión: “Cuando nos enteramos de la
realidad es muy frustrante, yo recuerdo haberme enojado mucho con mis
padres y ahora que soy mamá, mi hijo se enojó conmigo” (Tamara Cuenca);
“¡Los recuerdos de chico creyendo en Papá Noel y la sensación de cada 24
de Diciembre no se pueden borrar! Es la pura inocencia y emoción de lo
mágico. Y obviamente, cuando me enteré, fue una de las mayores
decepciones de la niñez” (Nicolás Alejandro Stolfa).
La doctora Cruppi advierte sobre los
efectos que puede tener el engaño a esa edad, aunque esté motivado por el deseo de evitar el sufrimiento: “Todo niño tiene una
aguda capacidad de observación
para el mundo físico y psíquico. Capta todo lo que sucede a su
alrededor, a veces puede verbalizarlo y otras veces no, a veces lo
expresa y no es comprendido.
Uno de los dolores de la infancia
es sufrir la incomprensión del adulto o la falta de respuesta a sus
preguntas, o sentir que la respuesta es una mentira. Cuando el adulto
miente, cree defender al niño del sufrimiento; pero si se les miente se
suma al dolor una terrible confusión y un sentimiento de desesperanza, y
los pequeños
dejan de creer en los adultos y dejan de preguntar”.
¿Hay una edad para decirles la verdad sobre Papá Noel y los Reyes Magos?
“Cuando
el niño percibe la realidad –responde Cruppi- está en condiciones de
que se le hable de la misma. Por lo tanto, cuando el pequeño comienza a
interrogar a sus padres sobre la existencia de este personaje, ya está
preparado para recibir la respuesta adecuada.”