Los autores hallaron que el 70 por ciento de los niños y los adolescentes con migrañas que concurrían a salas de emergencia (ER) de Francia e Italia había llorado demasiado en los primeros años de vida, a diferencia de un cuarto de los que concurrían a las consultas por traumatismos menores.
"Este estudio es otro indicio de que los cólicos infantiles serian una manifestación temprana de la migraña", dijo la doctora Amy Gelfand, neuróloga infantil del Centro de Cefaleas de University of California, San Francisco.
Comentó que ahora hay cuatro estudios en esa dirección y que demuestran que muchos niños con migraña eran bebés con cólicos y que las madres con migrañas son más propensas a tener un bebé con cólicos. Esto sugiere que existiría una predisposición genética a los cólicos y las migrañas, según dijo Gelfand, que no participó del estudio.
El equipo del doctor Luigi Titomanlio, de la Universidad Paris Diderot, entrevistó a los padres y revisó las historias clínicas de pacientes de entre seis y 18 años atendidos en una de tres salas de ER en 2012.
La investigación incluyó a 208 niños y adolescentes con migraña, a 471 con traumatismos menores, sin dolor de cabeza, y a 120 con cefaleas no migrañosas.
Los niños y los adolescentes con migraña atendidos en ER eran entre seis y siete veces más propensos a haber tenido muchos cólicos en los primeros años de vida que los pacientes con traumatismos.
Aun así, los pacientes con cefalea no eran más propensos a haber tenido cólicos en la infancia que el grupo con traumatismos y sin dolor de cabeza, según publica el equipo en The Journal of the American Medical Association.
Uno de cada 10 niños y adolescentes tiene migraña. Los ataques ocurren por la inflamación alrededor de los vasos sanguíneos del cerebro, explicó Titomanlio, y podrían ser los mismos problemas los que causan dolor en los bebés y llanto excesivo.
Gelfand explicó que las personas con migraña son muy sensibles a la luz y el sonido, aun entre los ataques, y que esa sensibilidad comenzaría antes en los bebés predispuestos.
"Las luces nuevas, los sonidos nuevos, las sensaciones al tacto y los olores nuevos superarían la capacidad sensitiva de un bebés con una genética promigrañosa", dijo.
Ambos investigadores coincidieron en que se necesita un estudio de seguimiento de bebés con y sin cólicos hasta la niñez para saber quiénes padecerán migrañas. "Nuestros estudio no modifica el tratamiento de los cólicos", dijo Titomanlio.
Pero Gelfand sugirió que si se demuestra que ambas enfermedades están asociadas, ese conocimiento ayudaría a guiar el tratamiento de los bebés con cólicos.
"Abre un área en la que podemos empezar a pensar en tratamientos de los cólicos más parecidos a los tratamientos de la migraña", sostuvo la doctora Phyllis Zee, neuróloga de la Escuela Feinberg de Medicina de Northwestern University, Chicago, y coautora de un editorial sobre el estudio.
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